jueves, 28 de octubre de 2010

Las direccionales, el apéndice de un carro en Bogotá

Desde que el ex alcalde Antanas Mockus creó una política de educar a los capitalinos en cultura ciudadana, a través de los memorables mimos y sus tarjetas rojas y verdes, la ciudad no ha vuelto a implementar un experimento social similar, que haya provocado cambios importantes en la mentalidad de los ciudadanos. Si usted, querido lector, tiene al menos unos 18 años, recordará con nostalgia el leve, pero no por ello insignificante, cambio que atravesó la ciudad en la segunda mitad de la época de los 90.

El mismo Antanas confesó para entonces que él se volvía "un animal" cuando manejaba, y que quería cambiar esa actitud de los conductores en la ciudad. Bogotá es una ciudad donde, si usted se encuentra de primero en la fila del semáforo, tendrá que, casi por seguro, soportar una multitud de pitos cuyo sonido activan los impacientes casi al tiempo que la luz del bombillo amarillo se enciende. Es la misma ciudad donde los cruces peatonales a duras penas subsisten, donde el carril derecho de las vías rápidas sigue sirviendo de bahía de parqueo, donde las camionetas, buses, taxis y todo vehículo que tenga vidrios polarizados parece que tuviera prelación ante los demás y de hecho la exige, en actos tan sencillos pero absurdos y odiosos, como un cambio de carril (cuando se les da la gana, así no haya espacio), una pasada de semáforo en rojo o un acelerón para no dejarlo meter a uno, así haya puesto la direccional.
Es este juego de luces, en su mayoría amarillas, es un instrumento que, en Bogotá, se puede considerar el apéndice de un vehículo.




Los fabrican con direccionales en todo el mundo, pero aquí son inútiles; como el ser humano que nace con un apéndice que eventualmente puede desechar. Tal vez su única función "útil" sea la de hacer de luces de parqueo, sin importar si el sitio donde se emplean va a favor o en contra de la ley.

En ninguna calle, avenida o "autopista" de este vividero es muy probable encontrarse con un alma generosa o decente, que le regale a otro conductor un espacio justo para pasar de un carril a otro. Sencillamente se puede concluir que no la hay. Si usted enciende la direccional, le aceleran; si pita, le hacen luces; si le manotea al otro conductor, éste le responde de manera bastante más agresiva; y si usted logra cambiarse de carril, pero quedando detrás de él, es posible que se le contagie la rabia y le dé por hacerle luces también: él lo cerrará.

Esa es la breve y absurda historia de nuestras compañeras inútiles de ruta, las direccionales.

¿A usted le suena esta historia? ¿Qué otras imprudencias exasperantes o actitudes irritantes ha tenido que soportar en las vías de Bogotá? Gracias, y los comentarios serán tenidos muy en cuenta.

Dato curioso: ¿Ha notado cómo es imposible sincronizar el sonido de sus direccionales con la misma luz intermitente de otro carro delante suyo? Hasta ahora no he visto tal cosa, ni con carros iguales.

4 comentarios:

  1. Excelente irmão! Me gusta leer sus textos. Son muy ricos en detalles que se viven en Bogotá y muchos otros lugares del mundo. Y claro, me identifico con estas cosas; por ejemplo, de las cosas que más me 'calienta la sangre' son los carros con placa azul, o los llamados 'diplomáticos', que de diplomáticos no tienen nada! Esos carros que queman gasolina y llevan personas que ganan salarios exuberantes del dinero público, esas personas que como decía Jaime Garzón, "les deberían servir al pueblo", son los peores. Los peores de los peores en las calles. Varios, varios accidentes han causado, varias personas han atropellado y matado esos degenerados chóferes y escoltas entrenados para matar por el beneficio de un hombre de no muy noble reputación. Lo más triste es saber que el próximo alcalde de Bogotá le traerá más odio a la ciudad, más temor. Porque la solución esta en acabar los violentos, que al matar a uno aparecen tres peores. Los gobernantes deberían ser cívicos y profesores, para cumplir la misión de educar, porque ellos son el ejemplo que recibe el pueblo.

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  2. Muy interesantes estos espacios, llevo conduciendo alrededor de 5 años, al principio, muchos conductores más experimentados no tienen paciencia y como se diría vulgarmente “se la montan al principiante” (perdón por la expresión), después me deje contagiar y conducía igual, hace mas o menos como un año estoy tratando de cambiar mis hábitos de conducción y muy curiosamente he notado cambios, por ejemplo en una salida donde requiera que me den vía, ya no me “meto” a las malas simplemente espero que alguna alma caritativa me de paso y o sorpresa en varias ocasiones un taxista me da paso!!! El problema es que en ocasiones el q va atrás se desespera y empieza con las luces altas o la pitadera, trato de mantener la calma pero es difícil, igual me ha ocurrido en los cambios de carril, por otro lado el semáforo el amarillo es peligroso, por lo general freno pero algunas veces el de atrás viene muy pegado que donde frene me deja de seguro el baúl en la silla de atrás o por lo menos me recuerda mi descendencia y empieza con las luces y la pitadera. Ahora manejo más tranquilo y simplemente pongo música y espero pasar el trancón ya no me estreso si se me meten al carril bruscamente, muchas veces veo que las personas que empiezan de carril a carril llegan igual que yo, ojala algún la cultura de movilidad mejore por ahora prefiero aguantarme el trancón y no el “roce social en trasmilenio”

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  3. simit Tanta neurosis a la hora de conducir definitivamente es nociva. Más del 70% de los conductores manejan en tal estado intolerante e iracible.

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  4. datacredito Increíble todo lo que se puede leer, a veces uno maneja y no se da cuenta de la situación, pero viendo las estadísticas es cuando nos damos cuenta de que es todo una "neurosis" por así decirlo.

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